Musicalidad 1ª parte

Conceptos Generales sobre Musicalidad

La música nos genera emociones y nos lleva a bailar. La musicalidad la entendemos como la capacidad de expresar en el baile lo que dice y nos hace sentir la música, a partir del filtro de nuestro estado de ánimo y nuestra personalidad. De hecho, si te has entretenido a observar tus compañeros de baile te habrás dado cuenta de que su forma de bailar expresa muy bien su manera de ser. Incluso hay estudios que lo constatan. Dicho de otro modo: ¡podemos conocer cómo es una persona a través de cómo se expresa al bailar!

A partir de esta premisa debemos asumir que, atendiendo a que ningún bailarín es igual a otro, cada uno tiene una forma de expresarse (una musicalidad) diferente. Asimismo, tener mucha riqueza de pasos o ser muy cuidadoso técnicamente no tiene nada que ver con la musicalidad. Tener muchos pasos en el repertorio puede ser útil para poder expresar lo que la música te dice al bailar, pero no es necesario, ni mucho menos imprescindible. Uno puede saber muchas palabras y pronunciarlas muy bien, pero eso no significa obligatoriamente que sea capaz de hacer un poema que transmita sentimientos.

Expresar lo que nos dice la música en el baile puede ser tan sencillo (o complejo, depende de cómo lo miremos) como hacer un swing out pequeño y suave cuando la música expresa tranquilidad, subir y bajar el brazo al ritmo que marca un instrumento, hacer un salto cuando la música transmite mucha energía, encadenar los pasos de forma que se adecuen más con la música, retrasar unas entradas, alargar o acentuar unas partes del paso o generar matices que lo hagan más armónico con la música que suena. Incluso hay bailarines que son capaces de crear nuevos pasos, nuevos movimientos, nuevas interacciones mientras bailan, a partir de lo que sienten (y no sólo en sentido auditivo, sino a partir de cualquier tipo de percepción interior o externa). Ciertamente, ser creativos es una forma más de ser musicales. Los bailarines creativos posiblemente pueden ser más musicales. Aun así, la creatividad, a nuestro entender, no tiene que estar necesariamente vinculada a la musicalidad. Puedo crear movimientos nuevos, pasos nuevos, gestos nuevos, pero si estos no están inspirados por la música que escucho, por las emociones que me genera la música que suena, entonces no tiene nada que ver con la musicalidad (puedes leer ideas interesantes sobre musicalidad y creatividad en la web Musicality Is Overrated).

Ser musical al bailar es realmente un proceso complejo que requiere, a la vez, ser receptivo (sensible a la música que suena) y creativo (capaz de transformar la información y las emociones que te ha transmitido la música en movimientos).

Fíjate en el ejemplo que hemos confeccionado a partir de un vídeo sobre musicalidad en el hip hop, sacado de la web Pickupdance. Lo hemos escogido ya que el paso que hace el instructor es muy sencillo, siempre el mismo, y nos permite ver con facilidad el efecto de la musicalidad.

Guía


Hemos superpuesto dos momentos del vídeo. Primero cuando el instructor de hip hop hace el paso básico, sin musicalidad, y luego cuando hace el mismo paso pero expresando en el baile lo que a él le sugiere la música.

La musicalidad, conceptualmente, es un proceso complejo ya que incluye escuchar, sentir y expresar la música. Por eso algunas de las habilidades que pensamos pueden ayudar a ser musical son:

  • percibir lo que expresa la música;
  • comprender lo que expresa la música;
  • anticipar lo que expresará la música;
  • reaccionar a lo que expresa la música;
  • percibir lo que hace o quiere hacer la pareja;
  • conocer y percibir nuestro cuerpo;
  • tener un cierto dominio sobre la expresión y la armonía de nuestro cuerpo;
  • modificar la expresión del cuerpo y/o el tipo de pasos en conexión con la música que suena y la pareja con la que bailas;
  • mantener un equilibrio entre los elementos del baile (la música y los dos miembros de la pareja).

Tal como ya hemos dicho en otros apartados de este web, hay bailarines que siempre han sido musicales; tienen estas habilidades de forma innata. Otros las han ido adquiriendo con el tiempo, a base de escuchar mucha música y de fijarse en como otros bailarines resuelven planteamientos musicales concretos. También hay bailarines que, aunque lo han intentado trabajar y mejorar, les cuesta conseguir progresar en este campo.


Sea cual sea la facilidad que tiene cada uno, las evidencias nos demuestran que se puede ser más musical. Todos tenemos dentro los recursos necesarios para ser musicales. La práctica, sobre todo si es consciente, nos hace mejorar, nos hace emerger los recursos. En este proceso de aprendizaje podemos tomar ideas de cómo otras personas expresan cosas concretas, pero lo que funciona mejor es dejar que nuestro cuerpo exprese lo que sentimos como lo sentimos, no tal como lo hacen los demás. Cada cuerpo, cada capacidad coordinativa, cada forma de exteriorizar las sensaciones es diferente. Por lo tanto, no tiene ningún sentido -pensamos- intentar imitar lo que hace otro , si de lo que estamos hablando es de expresar lo que tú sientes cuando escuchas esa música, si de lo que hablamos es de musicalidad.


Sin duda la base de la musicalidad es escuchar mucha música y, al bailar, dejarse emborrachar y seducir por la música y por la conexión con la pareja. Incluso hay quien dice que si la musicalidad te sale de la cabeza (normas y estrategias para entender la música) en vez del corazón (sensaciones generadas por la música que te llevan a hacer movimientos o expresiones, a reaccionar) tu musicalidad será muy limitada. Aunque estamos de acuerdo con esta afirmación, pensamos que poner un poco de racionalidad en este proceso -como medio, no como fin- puede ser una buena ayuda. No se trata, por lo tanto, de enseñar a ser musicales, sino de mostrar qué herramientas se pueden utilizar para serlo. Una vez conocidas las herramientas, una vez familiarizados con su funcionamiento, uno tendrá más oportunidades de progresar en este terreno.

Mientras tu cerebro está ocupado en pensar se hace más difícil sentir o expresar la música. Por ello, debes aprender a sentir dónde está el 1, no contar dónde está; debes aprender a notar que pasará, no entender qué pasará. Pero para llegar a un proceso natural, espontáneo, casi inconsciente de comprensión de la música a algunos bailarines les hace falta (o los puede ser útil) un proceso de racionalización e interiorización que, acompañado de la práctica correspondiente, les puede ayudar a llegar a ser más musicales.

Ciertamente, la musicalidad no es un objetivo inexcusable en el baile y, para algunos bailarines, la musicalidad ni tan siquiera es un aspecto relevante en su baile. En el otro extremo están los bailarines que la consideran el elemento esencial para poder comunicarse con la pareja y disfrutar del baile. Algunos quizás, incluso, se lo toman demasiado a pecho (y esta web podría ser una muestra de ello).

Hay gente que afirma que la musicalidad en el baile no se puede enseñar, que es un terreno al que uno debe llegar por su propio pie. Quizás es por eso que la musicalidad no suele ser una materia demasiado presente en la formación regular de los bailarines.

Aunque esto fuera verdad (que realmente el camino sólo lo pueda caminar uno mismo), nos gustaría pensar que las reflexiones y las herramientas de esta web pueden ayudarte a hacer que el camino te sea más sencillo, que te lleven a encontrar y hacer emerger los recursos que tienes dentro y que te permitirán ser musical.

¿Hay diferentes tipos de musicalidad?

Como en la mayoría de aspectos que tratamos en esta web, no podemos responder a esta pregunta basándonos en la opinión de expertos o estudiosos de estos temas. Desgraciadamente no hemos sido capaces de encontrar mucho material sobre la musicalidad aplicada al baile. Entre el poco material que hemos encontrado destacamos, por si lo quieres ver, Musicality Lecture, o algunos vídeos sobre musicalidad en el hip hop, lo que llaman freestyle (RockbeatsSwan Phan y, muy especialmente, este de Joey Beni L. Tee con una capacidad de expresión corporal e interpretación musical difícilmente igualable).

A menudo se habla de micromusicalidad (el bailarín expresa las notas que suenan con sus movimientos y expresiones) y de macromusicalidad (el bailarín expresa las frases, la energía, los sentimientos que genera la música). Este puede ser un buen punto de partida ya que se sustenta en el hecho evidente de que la música también contiene varios niveles expresivos interrelacionados. Así, podemos hablar de aspectos muy concretos (como los acentos que marca la melodía) y de aspectos más generales (como la energía que desprende o el cambio emocional que nos provoca la pieza). En función de cuál sea el nivel que percibe o en que se fija cada bailarín su musicalidad será de una manera o de otra. De hecho, no creemos que realmente existan diferentes tipos de musicalidad. Pensamos que la musicalidad es una sola cosa y que, en todo caso, existen diferentes niveles de musicalidad, cada uno de ellos basados en diferentes niveles expresivos de la música.

Bajo nuesto punto de vista se podrían clasificar los niveles de musicalidad en

1- Musicalidad basada en el color y la energía de la música.
2- Musicalidad basada en la estructura.
3- Musicalidad basada en la reproducción de la música.
4- Musicalidad basada en convertirse en solista.
5- Musicalidad mixta.

Vamos a analizarlos, uno por uno.

1- Musicalidad basada en el color y la energía de la música.

Hay música que nos hace saltar, otra nos hace reír, incluso la hay que nos invita a no salir a la pista de baile. La mayoría de bailarines, con diferentes grados de sutileza, percibimos este nivel expresivo de la música y la expresamos en nuestro baile.
Cada uno lo percibe y lo expresa a su manera. Unos, cuando sienten que la música suena muy fuerte, hacen movimientos muy grandes mientras que otros hacen saltos; cuando suena un solo instrumento unos dan pasos pequeños, otros hacen mover a la pareja mientras ellos se quedan quietos. La música nos puede invitar a dar vueltas, a bailar cerrados, a hacer jazz steps. La música tiene un color, nos transmite una energía y ésta es diferente en cada pieza, es diferente en diferentes momentos de una misma pieza. Este color o energía de la música nos hace reaccionar de forma diferente en cada momento.

Veamos un ejemplo. Fíjate como Todd Yanacone y Kelly Arsenault, en esta pieza, tienden a guiar su forma de bailar a partir de este nivel más general de la música:

Guía
0:20 a 0:30 La música les invita a bailar agachados, moviendo mucho las piernas.
0:30 a 0:50 Realizan grandes desplazamientos de sitio.
0:50 a 1:10 Tienden a hacer pasos caracterizados por idas y vueltas de la chica, sin realizar pasos básicos.
1:10 a 1:20 La rítmica de la melodía les lleva a realizar movimientos basados en un bouncing marcado pero corto.
1:20 a 1:45 La música les inspira a realizar pasos que les permiten dar vueltas.

Puedes encontrar ejemplos y estrategias para trabajar la musicalidad basada en el color y la energía de la música en esta misma web.

2- Musicalidad basada en la estructura.

Tal como analizamos en otros lugares de esta web, la música que bailamos está estructurada a partir de unos patrones identificables (la pulsación, el 1, los ochos, las frases, los chorus …). Además, un buen número de piezas juegan con una estructura de “pregunta-respuesta” o de diálogo entre los instrumentos, claramente estructurado a lo largo de la canción.


La pieza que bailan Peter y Laura tiene una estructura de frases de 4 ochos (puedes encontrar información sobre esta estructura en la página sobre la mejora de la percepción de la estructura de una canción). En este tipo de estructura el cuarto ocho suele liberar la tensión musical que se ha generado en los ochos precedentes y eso hace que este sea claramente diferente a los demás, muy conclusivo. Fíjate como ellos dos siguen esta estructura con su baile y también concluyen cada frase con su forma de bailar.

Guía
0:13 a 0:22 Bailan la primera frase y, en el último ocho, realizan unos pasos y unas gesticulaciones diferentes a los tres ochos precedentes. Nos indican, con su forma de bailar, que han terminado de expresar una idea y que ahora irán, de la misma forma que lo hará la música, a por una nueva idea.
0:23 a 0:32 Bailan la segunda frase y la concluyen con un break con jazz steps, una forma expresiva totalmente diferenciada de las anteriores.
0:33 a 0:41 Nuevamente concluyen la frase con un break con jazz steps.
0:42 a 0:50 Cierran la frase con un salto, tan alto como la energía que desprende la música que suena.
A partir de este punto, fíjate como van concluyendo el discurso que han elaborado en cada frase con pasos muy diferenciados de los demás, en los minutos 1:08, 1:15, 1:25, 1:33 y 1:42.

Haz una prueba: mira el video, pero con el volumen a cero. Su forma de bailar expresa tan claramente la estructura de la música que puedes seguir identificando en qué momento de la frase están sin sentirla.

Puedes encontrar ejemplos y estrategias para trabajar la musicalidad basada en la estructura de la música en esta misma web.

3- Musicalidad basada en la reproducción de la música.

La música que bailamos está formada por un conjunto de sonidos que emiten los diferentes instrumentos. El encadenamiento y la relación de estos sonidos entre ellos termina formando melodías y ritmos. A muchos bailarines les gusta intentar expresar estas notas y/o estos ritmos en su baile. En su forma de bailar podremos reconocer, por lo tanto, la melodía de uno de los instrumentos, los acentos o cambios repentinos que hace la música o el ritmo.

Si los bailarines conocen la música será más fácil reproducirla. Aun así, hay leaders y followers que son capaces de prever lo que pasará, aunque no conozcan la canción (puedes encontrar más información sobre esto en el apartado de predicción a partir de los tics musicales), o reaccionar a la música en el momento que suena.

Atendiendo que es la más fácil de reconocer externamente, suele ser también la más valorada por el público y, posiblemente, por los jurados de las competiciones.

En el siguiente vídeo vemos como Nick Williams y, en menor grado, Laura Glaeser, expresan en el baile, muy fielmente, lo que suena. En algunos momentos casi que calcan la música; todo lo que hay en la música se manifiesta en su baile. Lo hacen tant fielmente que podríamos bajar el volumen de la música y seguir sintiendo la música a través de su baile https://youtu.be/zuG9DiBbOB0

Guía
Aunque el víedo, en su totalidad, está lleno de ejemplos continuos de musicalidad basada en la reproducción de la música nos gustaría destacar:
0:35 Nick se desliza sobre el tacón de su zapato de forma muy similar a como la nota de las trompetas se alarga.
1:01 Laura mueve los brazos, la cabeza y el cuerpo como si ella fuera la big band que hace la melodía.
1:36 Ambos expresan, mediante el paso que hacen y con la expresión corporal, de manera muy simétrica, la música que suena.

4- Musicalidad basada en convertirse en solista.

La música de jazz se caracteriza, entre otras cosas, por la libertad que tienen los diferentes músicos para improvisar, para crear. Esta improvisación no se hace de forma aleatoria, se ajusta a la armonía y a lo que están tocando los demás músicos. Se ajusta al color y a la energía de lo que tocan los demás. Se crean diálogos entre ellos. Lo que hace un instrumento hace reaccionar a los demás. Y, si esto lo hace un instrumento, ¿por qué no lo puede hacer el bailarín?

Se trata no de reproducir la música que suena, de copiarla con el baile (ya sea a nivel del color, la estructura o la melodía), sino de complementarla, mejorarla, añadir cosas que encajen pero que no están explícitamente expresadas.

Este tipo de musicalidad es más difícil de llevar a cabo y, a su vez, de valorar. Aun así es, evidentemente, la más creativa.

En el siguiente vídeo puedes ver en Thomas Blacharz y Kelly Arsenault bailando como si fueran unos músicos más de la banda.

Guía
Aunque en algunos momentos hacen pasos, movimientos y expresiones que copian la música, generalmente se mueven y se expresan realizando cosas que no cuadran exactamente con lo que suena, pero encaja en ello; en algunos momentos lo enriquecen. Destacamos algunos ejemplos:

0:34 a 0:40 Thomas empieza un swing out en el que hace dos pequeños saltos en el 2 y mantiene un bouncing muy acentuado el resto del ocho, terminándolo con unos movimientos de piernas muy marcados. En el siguiente ocho realiza diversas paradas y se deja arrastrar por Kelly haciendo resbalar sus pies.
1:04 a 1:08 Kelly plantea una pregunta al quedarse quieta con una pose completamente distinta a lo que había hecho hasta entonces. Thomas se percata de ello y reacciona realizando un salto y retomando la dinámica del paso básico que había quedado interrumpida durante algunos compases.
1:20 a 1:35 El color de la música les lleva a cambiar totalmente de actitud corporal y el tipo de paso, con desplazamientos pequeños, sugar pushs, realizando slides, pequeñas pausas, acentuando algunos movimientos y suavizando otros, sin seguir la música al pie de la letra, pero realizando una aportación personal bien sintonizada y complementaria.

5- Musicalidad mixta.

La mayoría de bailarines utilizamos un poco de cada uno de los niveles de musicalidad anteriores. En algunas piezas más uno que el otro. Algunos bailarines tienden a utilizar más un nivel que otro. Pero, por norma general, suele haber una mezcla de todo ello. De hecho, si vuelves a mirar cualquiera de los videos anteriores, aunque los hemos elegido como ejemplos de cada uno de los niveles, podrás encontrar también elementos propios de los demás.

Es más, los dos miembros de la pareja de baile pueden fijarse en diferentes elementos de la música. De hecho, si antes hemos dicho que ningún bailarín es igual, que ninguno percibe la música de la misma forma y que a cada uno la música le provoca unas emociones y reacciones diferentes, lo lógico es que lo que expresa cada miembro de la pareja también sea diferente, a pesar de que ambos intenten armonizar entre ellos (de la misma forma que se intenta armonizar con la música). Mira este ejemplo donde cada uno se expresa a su manera, con un estilo bien diferenciado, pero, además, percibiendo la música de forma diferente y, en consecuencia, expresándolo con una forma de bailar diferente. ¿Puedes adivinar en qué se fija cada uno de la pareja durante el siguiente baile?

Mira también, si quieres, el siguiente vídeo. Verás como, aparte de reproducir muy fielmente la música, también se ve musicalidad basada en la estructura (sobre todo haciendo un cuarto ocho muy expresivo y diferenciado), se convierten en solistas con una gracia sorprendente y juegan, a menudo, con el concepto pregunta-respuesta entre bailarines.

Artículo elaborado por Jaume Rosset i Llobet  con la colaboración de Jaume Aulet, ambos con una ya larga “carrera” en el mundillo del swing y que, amable y desinteresadamente (algo no muy habitual hoy en día), autorizaron en su día a publicarlo en mi antiguo blog “El rincón de Daddy Swing”. Desde aquí os quiero dar las gracias por vuestro trabajo y vuestra generosidad. Podéis ver este trabajo en su página web Swing this music y seguirles en su grupo de facebook

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