Durante la I Guerra Mundial un gran número de afroamericanos del sur de Estados Unidos emigraron al norte como mano de obra barata para suplir a los hombres que se alistaron para combatir en Europa. Unos 200.000 de ellos llegarían a New York y serían alojados, en alquiler, en una pequeña zona de Harlem.
No hace falta decir que las condiciones de vida en estas casas era cualquier cosa menos saludable y agradable. A menudo varias familias ocupaban el espacio destinado a una sola. Una habitación grande se convierte, mediante la colocación de tabiques en dos o incluso en tres habitáculos, cobrándoles al precio de una grande. Una cama se podía alquilar a dos personas, según su horario de trabajo, uno dormía de día y el otro de noche… y a pesar de todo esto el precio de los alquileres era excesivamente alto, mucho más alto que otros barrios similares de New York, tanto como para que los inquilinos, en muchos casos, tuviesen dificultades para poder pagar el alquiler.
A alguien, en un momento dado, se le ocurrió la feliz idea de hacer una fiesta con amigos, unos días antes de tener que hacer el pago del alquiler. Los invitados hacen una pequeña aportación económica, menos de lo que les costaría cualquier local público, y ayudan a un amigo en apuros económicos. La idea fue tan buena que fue adoptada por otros habitantes de Harlem. Así nacieron las House Rent Parties.
Lo que comenzó como algo espontaneo, una reunión apresurada de amigos, se iría sofisticando con el tiempo. Ya las fiestas no eran solo para amigos, sino que se harían tarjetas como reclamo para el público aunque, eso sí, solo se repartían entre la gente “correcta”. Y también habría un portero encargado de cobrar el importe de la entrada. Las House Rent Parties, tenían que mantenerse en secreto, dentro de lo posible, pues a la ilegalidad del acto en sí, había que sumarle que en las mismas se consumía alcohol, que estuvo prohibido desde 1919 y 1933, por lo que te arriesgabas a una redada policial.
El día por excelencia para estas fiestas era el sábado, ya que era el día en el que la mayoría de los trabajadores de color recibían su paga, y, muy a tener en cuenta también, no tenían obligación de trabajar el domingo. Y qué mejor que celebrarlo yendo a una fiesta, más barata que cualquier otro sitio, donde podrás disfrutar de buena música, comida casera y alcohol. Una buena forma de desquitarse de una dura semana de trabajo. Los precios más corrientes que se solían cobrar en las House Rent Parties eran unos 25 centavos por la fiesta en sí; 10 centavos por si querías tener derecho a comida y otros 10 centavos por una taza de alcohol. La comida que se solía cocinar era estilo sureño y predominaba el pollo frito, las chuletas de cerdo, la batata o el arroz mulato, entre otros.
Los cinco elementos que no podían faltar en una House Rent Party que se preciara eran los siguientes:
- una bañera llena de alcohol
- un pianista
- montones de comida frita
- todos los muebles amontonados junto a las paredes de la casa
- el “portero” encargado de cobrar la entrada.
Estas House Rent Parties jugaron un importante papel en el desarrollo y expansión del jazz y del blues pues no faltaba el músico de turno, preferentemente un pianista, o una banda para animar la fiesta. Entre los pianistas más famosos que tomaron parte de estas fiestas tenemos a Speckled Red, James P. Johnson, Willie the Lion Smith, el mismísimo Fats Waller o el gran Duke Ellington.
Y para terminar, una frase del mítico Frankie Manning en referencia a las House Rent Parties: Fue en estas fiestas en las que realmente empecé a aprender a bailar.